La última foto de Pablo Larren, «Emma», comienza con un primer plano de un cuerpo en llamas. La cámara retrocede lentamente y se revela que el objeto es un semáforo iluminado en una intersección desierta. La cámara se refleja aún más para mostrar a un personaje con traje protector, casco y careta, no identificado, sosteniendo un lanzallamas. Piensas, oye, ¿qué diablos está pasando? ¿Es el semáforo una víctima de una furia en la carretera?
Larren no duda en dar respuestas. La vengadora que lanza llamas resulta ser Mariana DeGirolamo, quien interpreta a Emma, una bailarina de reguetón, que está a punto de dejar a su esposo (Gael García Bernal), el coreógrafo de su banda. Emma despidió a su hijo adoptivo, Polo, de 12 años, como si fuera un mezclador defectuoso, en un ataque de rabia, por una piromanía que quemó gravemente a la hermana de Emma. Ahora, ha cambiado de opinión sobre Polo y quiere encontrarlo y darle la bienvenida de nuevo a la familia. A juicio de Larren, que es de Chile, tirar a un niño como un bocadillo a medio comer viola la cultura chilena, aunque sea un bicho de fuego, y demuestra que la manzana no cayó lejos del árbol de su madre adoptiva.
A partir de ahora, la película es una serie de cuerpos y trucos. Emma forma un grupo de bailarinas feministas para ayudarla a encontrar a su hijo. Rompiendo un apartamento, le muestra al abogado que está manejando el pago de su divorcio llevándola a una orgía. El marido del abogado, un bombero duro, se siente atraído por Emma, quien lo seduce y lo seduce cuando se entera de que acaban de adoptar a un niño pequeño. El resto de la película resuena con los gritos de encuentros sexuales empapados de sudor, debates sobre la crianza de los hijos entre Emma y su futuro esposo, quemaduras de automóviles brillantes, columpios en el patio de recreo y obras de arte públicas. Larrain mantiene la película en marcha con su ritmo extraño y surgen pequeños fragmentos de la trama.
Emma en virtud de los derechos debe ser insostenible, pero es una imagen extraña, hermosa e inquietante. Está editado de manera tosca para que las partes no coincidan perfectamente y la trama esté dispersa. Las más desconcertantes son las coincidencias. Larren y sus guionistas, Guillermo Calderón y Alejandro Moreno, se olvidan de resolver los problemas causados por los abismos dramáticos y las manipulaciones de la trama de la película.
DiGirolamo, un glaciar teñido de pelo corto y color blanco, ofrece una actuación asombrosa. Es un representante habitado por humanos. «Emma» es una película de Digirolamo hasta el final. Se supone que debe verse de mal gusto y lasciva, pero de hecho su encanto es casi tan poderoso como es. Hay algo de buen reguetón en la banda sonora. Las secuencias de baile están diseñadas con una técnica seria. Larraín es de Valparaíso, donde se desarrolla la película, y su mejor trabajo se centra en su visión de la corrupción política plasmada en su brillante La y la impresionante Jackie, su primera y única película estadounidense. Larren nos dice que toda política es cultural. En Emma, toda la política es sexual.
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