En un museo de Chile, un trozo de vía de ferrocarril oxidada sirve como un espantoso recordatorio de la práctica de la dictadura militar de larga data de arrojar a los disidentes al mar.
Se cree que la exposición, que se exhibe desde la semana pasada en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de Santiago, se utilizó para enterrar a cientos de víctimas del régimen de Augusto Pinochet entre 1973 y 1990.
De más de un metro de largo, fue recuperado del fondo del mar hace diez años por buzos de la policía tras el aviso de un exmilitar.
«Se trata de una prueba concreta y emotiva del principio de destruir todo rastro de un delito», dijo a la AFP María Luisa Ortiz, responsable de las colecciones y de la investigación del museo.
La dictadura de Pinochet, que tomó el poder mediante un golpe de estado, dejó más de 3.200 muertos, según funcionarios, muchos de ellos asesinados o «desaparecidos» por la fuerza.
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1.162 personas siguen desaparecidas.
Un trozo de riel se exhibe en una vitrina en la sección «Descubrimientos» del museo, junto con una cuerda oxidada y un perno.
El descubrimiento reveló que un escuadrón de asesinatos de la época de la dictadura conocido como la Caravana de la Muerte viajó por todo el país en helicóptero para ejecutar a los partidarios del derrocado presidente socialista de Pinochet, Salvador Allende.
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Esta operación, llevada a cabo en septiembre y octubre de 1973, tuvo como resultado el asesinato o la desaparición de 93 presos políticos.
48 militares fueron juzgados y 27 condenados por el caso.
El presidente estuvo a cargo del operativo a Pinochet y al general Sergio Arellano, que no fueron intentados por problemas de salud.
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Pinochet murió de un ataque cardíaco en 2006 a la edad de 91 años, sin haber tenido que rendir cuentas por sus crímenes.
«Un trozo de ferrocarril no va al océano por sí solo. Alguien lo puso allí con un propósito. El artículo habla por sí solo», dijo Ortiz sobre la exhibición.
No se sabe a qué parte del espantoso episodio de la Caravana de la Muerte está conectado el tren.
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En un incidente, los hombres de Arellano ejecutaron a 16 prisioneros en Copiapó, un pueblo en el desierto de Atacama, y enterraron a 13 en un cementerio local. Aún se desconoce el paradero de los restos de los tres.
En la ciudad norteña de Kalama, los soldados mataron a 16 personas enterradas en el desierto.
Pero después de más de un año, cuando los familiares empezaron a preguntar por los prisioneros, los militares los sacaron y los llevaron a otra parte.
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Dos semanas después, se exhumaron nuevamente los restos de cinco víctimas.
Esta vez fueron envueltos en sacos, cargados en un avión y arrojados al mar, según los investigadores, en uno de los llamados «vuelos de la muerte» en los que arrojaban a sus víctimas vivas o muertas.
El tren, la cuerda y el perno fueron entregados al museo por orden del juez de derechos humanos Mario Carrosa.
Aunque se desconoce su origen exacto, los objetos son «históricos, importantes… como símbolo, y por eso fueron entregados al museo», dijo el juez a la AFP.
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