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Haití tiene buenas razones para desconfiar de la comunidad internacional

Haití tiene buenas razones para desconfiar de la comunidad internacional

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El escritor es el decano de la Universidad de Kiskia.

El asesinato del presidente haitiano Jovenel Moise en 2021 creó un profundo vacío de gobernanza. La Constitución no preveía este escenario en ausencia del Parlamento, como ocurría en aquel momento. Pero un tuit del jefe de la Oficina de las Naciones Unidas en Haití anunció que Ariel Henry, a quien Moise nombró como el próximo primer ministro pero no prestó juramento, debería reemplazar al entonces primer ministro en funciones. Después de esta intervención extranjera sin precedentes, el discurso global predominante fue que la solución a la crisis debe ser liderada por Haití.

Luego, la misma comunidad global pasó casi tres años observando cómo los políticos haitianos se destrozaban entre sí. El gobierno ilegítimo, ilegítimo e incompetente, entre otros pecados, entregó el país a bandas criminales y convirtió el infierno diario para los haitianos de todas las clases. El declive ha sido rápido y dramático en todos los frentes: las pandillas ocupan más del 80 por ciento de la capital, Puerto Príncipe, el empobrecimiento acelerado de la clase media, las quiebras corporativas y la disfunción de las instituciones estatales. El gobierno siguió comprometido únicamente con el apoyo externo.

Henry renunció este mes después de que bandas armadas le impidieran regresar del extranjero. Ahora la “solución liderada por Haití” la está determinando CARICOM, el bloque comercial caribeño. Apoya una fórmula que modificaría el Consejo Presidencial de Transición de siete miembros (conocido como la “Serpiente de Siete Cabezas”). Todo ciudadano haitiano espera que la comunidad internacional demuestre su capacidad para garantizar el establecimiento fluido del poder sin ser derrotado por las pandillas.

La gran pregunta es si este consejo presidencial sobrevivirá. ¿Realmente puedes tomar las decisiones rápidas, difíciles y a veces impopulares que requieren las circunstancias? ¿Pueden siquiera ponerse de acuerdo sobre la elección del primer ministro? Aunque no es muy popular debido a la carga financiera que impone, ¿podrá ganarse la confianza del público? ¿Resistirá el colapso cuando llegue el momento de desplegar una fuerza de seguridad respaldada por la ONU, contra la cual muchos de sus miembros todavía están luchando? ¿Cómo podemos evitar que influya en el uso de los recursos estatales en beneficio de sus aliados durante las próximas elecciones?

Muchas organizaciones creen que una solución es cubrir la actual vacante presidencial con un juez del tribunal más alto de Haití. Esta fórmula es simple, práctica y sigue las tradiciones jurídicas y políticas del país.

Otro gran tema es si se debe invitar a las pandillas a la mesa de negociaciones. Existen precedentes relacionados con otros movimientos políticos de América Latina, como el movimiento de las FARC en Colombia. Pero las pandillas en Haití no tienen una agenda política. Sirven indistintamente al gobierno, la oposición y el sector empresarial. Sus acciones violentas apuntan indiscriminadamente a empresas, comisarías de policía, infraestructura crítica, escuelas, universidades, barrios marginales e incluso hospitales. ¿Cuál es el beneficio de negociar con ellos?

Haití también se pregunta si debería confiar en la comunidad internacional. Desde su creación en 1804, tras luchar contra españoles, ingleses y franceses, las relaciones con Occidente nunca han sido felices. Embargo comercial impuesto por Estados Unidos en 1806; La deuda de 150 millones de francos impuesta por el rey Carlos X de Francia en 1825; Varias ocupaciones estadounidenses y misiones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas. Todo esto nos ha dejado con más pobreza, más inestabilidad política, instituciones más débiles, más corrupción, más desilusión y menos democracia.

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El Caribe, que nunca ha sido un actor importante en crisis anteriores en Haití y hoy actúa como representante de Estados Unidos, no inspira confianza. Parece que cada vez que el mundo interfiere en nuestra política, es para nuestra desgracia. Incluso hoy, a pesar de la retórica en sentido contrario, la solución propuesta no es una solución liderada por Haití. Haití es una sociedad muy compleja. Quienes buscan soluciones para nosotros necesitan humildad, precisión y profundidad histórica si quieren llegar a respuestas apropiadas.